sábado, 23 de mayo de 2015

Dicto, pero me ayuda Mica. Todavía no me dan las manos (16 de mayo 2015)

    Uno piensa: ¡oh, creo que está cumplido! Necesito tener un cuaderno y una birome a mi medida, que  lo manejen mis sentimientos, mi mente y la sangre que llevo dentro de cada vena. Me digo que no estudié literatura, solo apenas con Sergio Sinay. Recuerdo más que el momento, la comprensión  y el cariño de Escribir es escribirnos. Muchas pautas me quedaron de aquel momento. Trato de aplicar aquellas enseñanzas de mi profesor. Hablo y escribo desde una parte que desconozco, pero que vibra de entre mis dedos. Dibujé el papel sin geometría, ni pensamientos lineales, ni pensantes. Es como un niño que toma una hoja y garabatea. Es una forma de llevar el dibujo al cuaderno. Luego, lo ilumino y le pongo agua, luz, sol. Es lo que hace que el universo circundante cobre los colores, los olores y los sabores de este garabato formado por un sin fin de sueños, de pensamientos unidos, salpicados de la era Victoriana. Me dijeron al pasar, apenas un joven casi un niño y con un rayo desapareció. Jamás lo volví a ver, sé que se fue a un lugar lejano, se refugió en una montaña y con elementos naturales. Encontró las melodías naturales marchando por la vida, con encuentros mágicos, sublimes, con almas que se van y vuelven y los aprisiono en mí. Sensaciones únicas irrumpen mi cerebro, penetran tan adentro que hay un eco sostenido que me lleva.

    Matilde

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