miércoles, 30 de abril de 2014

jerusalem un reportaje de viviana gorbato

Ir y venir JERUSALEM CIUDAD DE LA PAZ SOBRE LAS PIEDRAS DE JERUSALEM RESUENAN LAS VOCES DE LOS PROFETAS QUE INVOCARON EL NOMBRE DE LA CIUDAD COMO UN SÍMBOLO DE TODO LO QUE ERA BUENO Y SANTO. EN ESA BÚSQUEDA PEREGRINOS, JUDIOS, CRISTIANOS E ISLAMISTAS LA VISITAN CONSTANTEMENTE, Y JERUSALEM LOS RESIBE CON LOS BRAZOS ABIERTOS. POR ESO FUERON NECESARIAS AL MENOS DOS MIRADAS PARA HABLAR DE ELLA.CONTANDOLE AUNA PERIODISTA MIS ANDADAS EN ISRAEL ME DESCRIBIÓ DE ESTA MANERA VIVIANA CORBATO I976 Vestida con una túnica, un mandil de monedas que le cubre el cabello, descalza, MATILDE CHAMI recorre las calles de Jerusalén. La historia viva penetra por las plantas de sus pies. La ciudad sagrada es para ella sobre todo olores. Olor a naranjas, a sésamo, a ananá, a barat, a kesebra. Un vendedor ambulante árabe en un burrito vocea su mercadería. Ruido, olores, piedra y leyendas. Allí en el monte Moría, un ángel piadoso detuvo la mano asesina de Abraham cuando iba a sacrificar a Isaac, su hijo. Leyenda y realidad se le mezcla a Matile mientras desanda murallas de piedra. Todos sus ancestros parecen revivir allí en las construcciones abovedadas de los establos del rey Salomón y su mirada se inclina junto a ese joven religioso que discute con Dios en el Muro de los Lamentos. Un guía cuenta la infaltable historia ante un grupo de turistas americanos que disparan sus cámaras fotográficas en el barrio de Herodes tratando de registrar los mosaicos y frescos de los aristócratas saduceos cuyas piscinas hablan ya de la influencia romana entre los sumos sacerdotes. Luz y sonido en la noche azul de Jerusalén. Allí entre los recovecos de la ciudadela y la torre de David con su inconfundible minarete se puede recordar al orgulloso rey niño que reverencio el Arca de la Alianza, símbolo de la unión entre Dios y el pueblo de Israel. Jerusalén, ciudad de la Paz, es irónicamente la que más guerras, persecuciones, conquistas y exilio a sufrido. Romanos, griegos, árabes y cristianos, todos allí dejaron su huellas de destrucción y conquista. Matile mira la ciudad nueva de Jerusalén, con sus hoteles, sus restaurantes, sus modernos monumentos. Él celebre Menorah de bronce (candelabros de siete brazos) frente al Knesset (parlamento israelí, los vitraux de Chagall, ese hijo de Israel que se atrevió a plasmar en colores las pasiones bíblicas, exigen un día de especial atención. Duelo y lamento frente al santuario de Yad Vashem, donde en la plaza una columna de treinta metros lleva en lo alto una inscripción “zkor” (acuérdate) en homenaje a los seis millones de judíos victimas de la barbarie nazi. En su interior el museo del Holocausto cuenta a través de millares de fotografías y documentos, la historia completa de las persecuciones desde 1933 hasta 1944. Alli también, Matile se detiene frente al Ole Yizkor, una cripta santuario cuyo techo bajo de roca basáltica cubre el pavimento en el que sé han inscripto los nombres de veintiuno de los principales campos de concentración. Antes de llegar a la ciudad vieja, el barrio de Mea Sharim le recuerda a Matile las leyendas de sus padres. Sábado religioso, largas vestimentas negras, jóvenes piadosos de largas barbas y rizos, mujeres castas que ocultan su cuerpo, el barrio no admite la presencia de automóviles ni ruidos profanos que perturben un dialogo riguroso con Dios. MATILDE CHAMI MI PRIMER VIAJE A ISRAEL1976 Matile se siente feliz cuando se encuentra frente a las espléndidas murallas de piedra gris que se extienden alrededor de 4 kilómetros y que fueron elegidas durante el dominio turco por Solimán el Magnifico, entre 1536 y 1539. Puerta de Damasco, Puerta de Herodes, Puerta de los Leones, Puerta de Sión, Puerta del Estiércol. Una multitud abigarrada y de colores párese desafiar el tiempo y el espacio. Los cristianos tiraban la basura allí, mas acá el rey Salomón cortejaba ala reina de Saba y están todavía quienes lloran en el infinito los rosetones dorados del cedro perdido con la destrucción del templo. Cada piedra es historia tiene el sabor ocre del desierto y en la ciudad santa las pasiones se confunden en un enjambre de callejuelas, laberintos y explanadas que recuerdan las sinuosidades de la tormentosa relación del alma humana con la trascendencia. Viviana Gorbato.

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