Atemporal, sin días ni hora.
Solo el alma que es volátil, etérea,
invisible a los ojos del buen pastor.
Andariego
buscando el paso que va dar.
Cubre su cuerpo sorteando todo lo que pasa en la
esfera cósmica y lo que le va regalando la naturaleza.
A su
paso, desierto rojo cobrizo amarillento y alguna vez…
te
anuncia que parará el viento y amainará su fuego.
Se
cubre el cielo y se avecina un cambio.
Es
el arcoiris que cubre el cóncavo cielo de luces de colores
entrando
a la nueva época sin vientos, sin soles ardientes. Caminante incansable
buscando
un árbol para protegerse con su ala, con su sombrero en su frente,
buscando
el sueño, que tanto anhelaba.
Y
ve el trabajo laborioso de esta población, desértica de una parte de África,
también mía, solitaria
y
cientos de pájaros se escuchan. Solo el chirriar, el trajinar del transportar para
la construcción de sus refugios, para el diario vivir y convivir con toda su
especie,
todos
el mismo pico sin hacerse daño,
sin
competencia.
Cuánto
tenemos que aprender como seres humanos de esta África sin límites, antes de
decir salvajes.
Mirada
de un sueño que no llega.
Matilde